Esta sencilla ermita y la gruta que en ella se ubica guardan una de las más típicas tradiciones conquenses: la de subir cada 28 de enero a conmemorar la muerte de San Julián, segundo obispo de la ciudad y patrón de la misma. Cuenta la tradición que San Julián se retiraba a este paraje que llamaba "el lugar de mi tranquilo día" y que en la mencionada gruta realizaba cestas de mimbre para ayudar a los necesitados.
Independientemente del significado religioso del lugar, el acceso al mismo por la ruta de San Julián, situada poco antes de la pasarela que conduce a las Angustias, brindará al visitante una de las mejores vistas de la Hoz del Júcar, existiendo distintos miradores a lo largo de la misma. Otra alternativa es continuar por la Carretera de Villalba y buscar el segundo acceso, más corto, pero con mayor pendiente, situado a unos 2 Km de la ciudad.
En cualquier caso una buena excusa para subir un poco mas allá del santuario y coronar el Cerro de la Majestad o acercarse hasta "Los Ojos de la Mora"