Estepa huele a canela. Un clásico pueblo de la campiña sevillana con espíritu industrial. Y en diciembre, este aroma lo envuelve mucho más. Hablar de dulces navideños es hablar de La Estepeña, referencia de la respostería nacional. Una empresa familiar –marcha por la cuarta generación– que logra entrar en la casa de cinco millones españoles cada Navidad, con una producción de 3,5 millones de kilos de mantecados, polvorones, alfajores y toda una amplia variedad de especialidades.
La campaña acaba de iniciarse, pero sus productos ya ocupan un lugar de privilegio en las estanterías de todos los establecimientos del ramo en el país. Pese a la lógica incertidumbre generalizada en el sector que desata la economía actual, La Estepeña ha optado por mantener su producción y su plantilla. Y no sólo eso, también ha ampliado el departamento de exportación para hacerse visible más allá de nuestras fronteras.
El secreto para salir de la crisis por parte de la familia Galván, su fundadora, es simple: «trabajar más». No están al margen de la situación del país. «Nos hemos adaptado a formatos para familias más reducidas», anuncia Marcos como una de las medidas adoptadas. Él y su primo Rafael representan la cuarta generación de los Galván. Su tatarabuelo fue el precursor de La Estepeña. Este maestro confitero puso a principios del siglo XX una confitería en el centro del pueblo, aunque antes, en 1858, se funda como tal La Estepeña. «Mi abuelo estaría orgulloso de lo conseguido por sus hijos y nietos», destaca Rafael. Se trata de agudizar el ingenio.
Igual que su primo, y como en su día su abuelo, conocieron a sus mujeres en la propia fábrica. ¿Dónde, si no, lo harían unos trabajadores natos que han vivido desde pequeños en este sector y su vida gira en torno a él? Su día a día es el mantecado y pretenden que el legado continúe.
La Estepeña ejemplifica la apuesta por el producto tradicional español y el amor por una profesión, garantizado por una marca de prestigio, calidad y una excelente presentación.
Los 24.000 metros cuadrados en los que se encuadra la fábrica actual dan trabajo a 260 empleados en el periodo de campaña, que se prolonga durante cuatro meses de producción constante. El 90% del personal son mujeres. No obstante, su implantación en la comarca supone una invitación al desarrollo y potenciación de otros servicios, lo que redunda en la riqueza de Estepa. Hoy por hoy, la localidad no se entiende sin su fábrica referencia.
La tradición del mantecado en Estepa, a 110 kilómetros de la capital andaluza, se inicia con la llegada del azúcar en el siglo XVI, como variante dulce de la torta de manteca que ya se hacía por aquella época. Pero es en el siglo XIX cuando este delicioso producto comienza a hacerse popular en toda la región andaluza. La saga de los Galván incopora con el paso del tiempo su surtido con otros productos ya típicos: polvorones, roscos de vino y alfajores. Sin olvidar nunca la esencia de la tradición, es decir, las antiguas recetas y el buen hacer artesano. De hecho, en la actual gama de especialidades, La Estepeña pone a la venta un producto gourmet, la «Caja Real», que sólo se puede adquirir en la propia fábrica y centros muy especializados. En ella se incluyen mantecados elaborados íntegramente a mano, como en los inicios. Una auténtica «delicatessen» para paladares exquisitos.
La emprendedora familia Galván construye la primera fábrica en 1969, pero el constante crecimiento (especialidades como bolas de coco, mazapanes, chocofrutas o las famosas estepeñitas) obliga con el tiempo a dar un paso más. La idea: unir artesanía y tecnología, con el rigor que el mercado y los consumidores exigen para ser competitivos. Y lo han logrado, aunque para continuar siéndolo, los actuales gestores quieren abrirse un hueco como chocolateros y desde ya ofrecen una amplia gama de productos al consumidor, destacando siempre por una cuidada elaboración y cumpliendo estrictamente todas las garantías de envasado y conservación.
El pasado jueves, 1 de diciembre, La Estepeña fue protagonista en el programa «Herrera en la Onda». Carlos, entregado a la casa, hizo una pregunta que por clásica no deja de ser necesaria: «¿Cuál es la diferencia entre el polvorón y el mantecado?». La respuesta resulta simple: «La almendra», respondió Rafael Galván hijo. El polvorón la tiene, y el mantecado incluye ajonjolí y canela, al margen de tener otra forma. Luego, en la variedad está el gusto: limón, chocolate, almendra... Sea como sea, pero el mantencado, siempre de Estepa, y si es así, por supuesto, de La Estepeña.
La Estepeña
Calle Almendra, S/N |
Estepa huele a canela. Un clásico pueblo de la campiña sevillana con espíritu industrial. Y en diciembre, este aroma lo envuelve mucho más. Hablar de dulces navideños es hablar de La Estepeña, referencia de la respostería nacional. Una empresa familiar –marcha por la cuarta generación– que logra entrar en la casa de cinco millones españoles cada Navidad, con una producción de 3,5 millones de kilos de mantecados, polvorones, alfajores y toda una amplia variedad de especialidades.
La campaña acaba de iniciarse, pero sus productos ya ocupan un lugar de privilegio en las estanterías de todos los establecimientos del ramo en el país. Pese a la lógica incertidumbre generalizada en el sector que desata la economía actual, La Estepeña ha optado por mantener su producción y su plantilla. Y no sólo eso, también ha ampliado el departamento de exportación para hacerse visible más allá de nuestras fronteras.
El secreto para salir de la crisis por parte de la familia Galván, su fundadora, es simple: «trabajar más». No están al margen de la situación del país. «Nos hemos adaptado a formatos para familias más reducidas», anuncia Marcos como una de las medidas adoptadas. Él y su primo Rafael representan la cuarta generación de los Galván. Su tatarabuelo fue el precursor de La Estepeña. Este maestro confitero puso a principios del siglo XX una confitería en el centro del pueblo, aunque antes, en 1858, se funda como tal La Estepeña. «Mi abuelo estaría orgulloso de lo conseguido por sus hijos y nietos», destaca Rafael. Se trata de agudizar el ingenio.
Igual que su primo, y como en su día su abuelo, conocieron a sus mujeres en la propia fábrica. ¿Dónde, si no, lo harían unos trabajadores natos que han vivido desde pequeños en este sector y su vida gira en torno a él? Su día a día es el mantecado y pretenden que el legado continúe.
La Estepeña ejemplifica la apuesta por el producto tradicional español y el amor por una profesión, garantizado por una marca de prestigio, calidad y una excelente presentación.
Los 24.000 metros cuadrados en los que se encuadra la fábrica actual dan trabajo a 260 empleados en el periodo de campaña, que se prolonga durante cuatro meses de producción constante. El 90% del personal son mujeres. No obstante, su implantación en la comarca supone una invitación al desarrollo y potenciación de otros servicios, lo que redunda en la riqueza de Estepa. Hoy por hoy, la localidad no se entiende sin su fábrica referencia.
La tradición del mantecado en Estepa, a 110 kilómetros de la capital andaluza, se inicia con la llegada del azúcar en el siglo XVI, como variante dulce de la torta de manteca que ya se hacía por aquella época. Pero es en el siglo XIX cuando este delicioso producto comienza a hacerse popular en toda la región andaluza. La saga de los Galván incopora con el paso del tiempo su surtido con otros productos ya típicos: polvorones, roscos de vino y alfajores. Sin olvidar nunca la esencia de la tradición, es decir, las antiguas recetas y el buen hacer artesano. De hecho, en la actual gama de especialidades, La Estepeña pone a la venta un producto gourmet, la «Caja Real», que sólo se puede adquirir en la propia fábrica y centros muy especializados. En ella se incluyen mantecados elaborados íntegramente a mano, como en los inicios. Una auténtica «delicatessen» para paladares exquisitos.
La emprendedora familia Galván construye la primera fábrica en 1969, pero el constante crecimiento (especialidades como bolas de coco, mazapanes, chocofrutas o las famosas estepeñitas) obliga con el tiempo a dar un paso más. La idea: unir artesanía y tecnología, con el rigor que el mercado y los consumidores exigen para ser competitivos. Y lo han logrado, aunque para continuar siéndolo, los actuales gestores quieren abrirse un hueco como chocolateros y desde ya ofrecen una amplia gama de productos al consumidor, destacando siempre por una cuidada elaboración y cumpliendo estrictamente todas las garantías de envasado y conservación.
El pasado jueves, 1 de diciembre, La Estepeña fue protagonista en el programa «Herrera en la Onda». Carlos, entregado a la casa, hizo una pregunta que por clásica no deja de ser necesaria: «¿Cuál es la diferencia entre el polvorón y el mantecado?». La respuesta resulta simple: «La almendra», respondió Rafael Galván hijo. El polvorón la tiene, y el mantecado incluye ajonjolí y canela, al margen de tener otra forma. Luego, en la variedad está el gusto: limón, chocolate, almendra... Sea como sea, pero el mantencado, siempre de Estepa, y si es así, por supuesto, de La Estepeña.
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